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Descubrí el poder de tu diálogo interno

 

¿Qué helado vas a elegir hoy? 

¿Alguna vez te detuviste a pensar en cómo te hablás a vos mismo? Imaginate que tu diálogo interno es como una heladería con infinitos sabores. Cada frase que te decís, cada pensamiento que tenés, es una cucharada de helado. ¿Qué sabor elegís todos los días para hablarte?

A veces, por costumbre, elegís siempre los mismos sabores, como la vainilla y el chocolate. No están mal, pero al terminarlos sentís que en realidad no era lo que querías. Es como esas frases que repetís sin pensar y que te dejan un sabor agridulce. Otras veces, elegís sabores que, aunque sabés de antemano que te caen mal, volvés a elegirlos una y otra vez. Son esas palabras que te intoxican y te pesan, pero que por alguna razón seguís consumiendo.

Pero también hay otros sabores: los que te conectan con tu esencia. Esos helados que te recuerdan a tu infancia y te hacen sonreír sin motivo, como un dulce de leche o una frutilla al agua (en mí caso). Del mismo modo, existen frases nuevas y nutritivas que te dan miedo probar porque implican salir de lo conocido, pero que vale la pena saborear.

La clave no es esforzarte por hablarte de forma "bonita". Se trata de elegir conscientemente qué sabor de palabras vas a darte cada día. El verdadero cambio ocurre cuando te volvés el diseñador de tu voz interior, eligiendo lo que de verdad querés saborear en tu presente cotidiano.

Mariela Alvarez



Cambiá de sabor y transformá tu diálogo interno

Reescribir tu auto-diálogo es un proceso, como cuando descubrís un nuevo helado.

Fase 1: Darte cuenta.

El primer paso es volverte un observador de tu propia heladería. ¿Qué sabores elegís de forma automática? ¿Cuáles te caen pesados? Prestá atención a esas frases que repetís de toda la vida y que te dejan un regusto amargo. ¿Son tuyas o heredadas? Detectar el sabor que elegís en piloto automático es el primer paso para poder cambiarlo.

Fase 2: Probar un sabor distinto.
Ahora que ya sabés qué sabores querés cambiar, es momento de probar algo nuevo. Esto implica actuar de una manera diferente. En lugar de repetir una frase que te limita, probá decirte algo que te impulse hacia adelante. Por ejemplo, si tu voz interior te dice "no puedo", implica una limitación absoluta, cerrando la puerta a cualquier intento o posibilidad. Elegí decirte por ejemplo: "Puedo aprender”. Al decirte esto, tu cerebro reconoce que el aprendizaje es un proceso continuo y que la adquisición de nuevas habilidades es posible. Es como elegir un sabor nuevo de helado que te encantaría probar, aunque te dé un poco de vértigo. No es magia es entrenamiento. La práctica hace al maestro: con el tiempo, tu voz interior se irá transformando, y algunas frases se sentirán tan ligeras como un helado frutal.

Fase 3: Detectar la creencia.
Cada sabor que elegís esconde una creencia subyacente. ¿Por qué siempre elegís el helado de vainilla y chocolate? ¿Qué creencia te hace repetir sabores que te hacen mal? Identificar esa creencia es como encontrar la receta detrás del sabor que te pesa. Una vez que la descubrís, podés empezar a cuestionarla y decidir si esa es la base que querés para tu vida.

Fase 4: Cambio estructural
Cuando cambiás la creencia (la receta), tus elecciones (los sabores) y tus acciones (el acto de comer el helado) cambian de forma natural, lo que te lleva a un resultado completamente nuevo. Es el cambio de paradigma que te permite diseñar la voz interior que realmente querés saborear en tu vida. Tu voz interna se vuelve tu aliada y te ayuda a conseguir los resultados que deseás.


¡Cambia de sabor hoy mismo!
Recordá que siempre podés elegir un sabor diferente. Tu voz interior es un diseño que podés ir perfeccionando día a día.

Guardá este artículo y compartilo con alguien que necesite un nuevo sabor en su presente.

Para seguir transformando tu diálogo interno,
 seguime en: @otramarieladistinta 
y aprendé más tips y ejercicios.

 

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