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La necesidad de validación externa.

 

¿A quién le va a importar mi historia?

A veces me encuentro repitiendo en silencio una pregunta: ¿A quién le va a importar mi historia? Me descubro pensando que lo que ofrezco es pobre, que no alcanza, que no suma lo suficiente. Y entonces aparece una voz aún más dura: la que me acusa de impostora por atreverme a mostrar algo que quizá no esté a la altura.

Mariela Alvarez


Reconocimiento del patrón

No se trata de que no me sienta capaz. He logrado muchas cosas, y sé que tengo experiencia. Pero ese no es el punto. El patrón que se repite es otro: la necesidad de validación externa. Esa voz interna que exige aprobación de los demás, como si mi valor dependiera de cuánto reconocimiento recibo afuera.

Y ahí aparece la paradoja: incluso personas exitosas, con trayectoria y logros, pueden quedarse atrapadas en este relato. Porque el éxito externo no borra los diálogos internos que cuestionan nuestro valor. Solo los disfraza por un tiempo.


El relato tramposo

El relato de la validación externa es tramposo porque siempre te pone a prueba: nunca hay suficiente aplauso, suficiente reconocimiento, suficiente aprobación. Te mantiene midiendo tu vida con la vara de otros.

Cuando esa voz gobierna, aparece el juicio propio: “¿Esto que ofrezco es suficiente?”; “¿Me estoy autoengañando?”; “¿A quién le importa realmente lo que cuento?”.

Y mientras tanto, lo más importante queda oculto: que la primera validación que necesitamos es la nuestra. Sin eso, ningún reconocimiento externo llena el vacío.


Ejercicio de validación interna
  1. Cerrá los ojos y repetí con tu voz interior la frase recurrente que más te limita: "¿A quién le va a importar mi historia?". 
  2. Sentí qué pasa en tu cuerpo: ¿se tensa, se acelera? Tu postura ¿se encoge?
  3. Ahora cambiá la frase por: “Mi historia importa porque es mía”.
  4. Observá cómo varía tu tono interno, tu respiración, tu postura.
  5. Anotá en tu bitácora la diferencia entre ambas frases: tono, emoción y corporalidad.
Este ejercicio no busca “convencerte” de algo, sino mostrarte cómo cambia tu experiencia interna al cambiar el relato.

Tu historia importa

No se trata de demostrarle a nadie que lo que hacés vale. Se trata de dejar de juzgarte a vos mismo/a como si fueras tu peor crítico/a. Cuando cambiás la mirada hacia adentro, tu historia deja de pedir permiso para existir y empieza a tener el peso que siempre tuvo: el de ser tuya.

Y en ese momento, sin forzarlo, descubrís que sí: tu historia importa. Y mucho.




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